De los que creen, la comunión del Espíritu Santo forma una congregación, una en la cual Dios llama. La congregación de Dios no es una institución o asociación temporal, sino que es una comunidad de fe en Jesús Cristo y con otros creyentes. Vivir en la comunión de la congregación de Dios entrega alegría y paz al corazón.
La congregación tiene un papel esencial y de mucho significado en la obra salvadora de Dios. Dios llama a la gente a Su congregación. El recibir y aceptar esta llamada se funda totalmente en la gracia de Dios (1 Cor. 1: 2, 9). La congregación de Dios es el lugar en donde la gracia salvadora de Dios se manifiesta en la tierra. La fe salvadora ocurre sólo en la comunión de la congregación de Dios. Dios habita en esta congregación y la conduce con Su poder.
Sólo a través de la fe, uno es miembro de la congregación de Dios
El propósito principal de la proclamación del evangelio, la buena noticia, es crear y mantener la fe en Cristo. Cuando el evangelio da a luz a la fe, la participación recibida y la comunión del Espíritu Santo forman una congregación de los creyentes. Esto se ve en el funcionamiento de la congregación y también externamente (Juan 13:35; 1 Pedro 2:12). El Espíritu Santo une a los creyentes de todo el mundo dentro de una congregación de Dios.
Debido a la expiación de Cristo, cada persona nace como dentro de este mundo como un creyente. Para que la fe fuese preservada, un niño es bautizado y así acompañado dentro del cuidado de la congregación de Dios. Si una persona no es capaz de vivir en la comunión y el cuidado de la congregación, su fe se marchita y su comunión con Dios se rompe. Una persona puede volver a la comunión con Dios cuando cree en el evangelio proclamado en la congregación de Dios, cuyo núcleo es el perdón de los pecados (Marcos 16: 15, 16, Lucas 24:47, Juan 20: 21–23).
La fe es llevada en la comunión de la congregación
La fe no solamente une a un creyente en la comunión de la congregación de Dios, sino que también lo mantiene en su comunión. De este modo la comunión viva con Cristo se conserva en él (Rom. 12: 4, 5). La fe es llevada en la comunión de la congregación (1 Corintios 12: 26, 27; 1 Tesalonicenses 5: 14). La congregación de Dios se reúne para escuchar la voz de Cristo, que se escucha a través del efecto del Espíritu Santo en medio de la congregación, en su proclamación y enseñanza (Juan 10: 14-16; 16: 13–16).
“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18: 20). La casa de Sion es la comunión congregacional más importante para un cristiano. Allí los hijos de Dios se conocen entre sí y pueden ayudar y apoyar a otros en el camino de la fe. Jesús ha exhortado a todos a ser obedientes a lo que el Espíritu dice a las congregaciones (Apocalipsis. 2: 7, 11, 17, 29).
La esencia interna y externa de la congregación de Dios
La congregación de Dios no es una institución o asociación temporal, sino que es una comunidad de fe en Jesucristo y con otros creyentes. La congregación no puede ser externamente vista de tal manera que se entiende que es la congregación de Dios (Lucas 17: 20; Mateo 11: 27, Juan 16: 1–3). La presencia de la congregación de Dios no puede ser estudiada científicamente ni se la puede observar con los ojos o a través de las deducciones de la razón (1 Co. 1: 18–24). Jesús, sin embargo, nos recordó: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13: 35).
De acuerdo a la Confesión de Augsburgo, la congregación de Dios es la comunión de los santos, en la que se enseña puramente sobre el Evangelio y los sacramentos son administrados correctamente. Los integrantes de la congregación son personas creyentes en quienes el Espíritu Santo de Dios mora y afecta. La congregación es la morada de Dios en medio de los hombres (Apocalipsis. 21: 3). El vivir in la comunión de la congregación de Dios, confiere una maravillosa alegría y paz en el corazón, que el creyente quiere preservar (Fil. 4: 7).
Dios ve en lo más profundo del hombre
Si una persona no cree en Cristo, el hecho de caminar junto con la congregación no lo salvará. Al renunciar a la fe, una persona también pierde la conexión viviente con la congregación, aunque externamente viaje con la misma.
De acuerdo a la Palabra de Dios, también viven en medio de la congregación aquellos quienes no están en la fe viviente. Jesús habló sobre esto en Su parábola de las diez vírgenes (Mateo 25: 1–13); el trigo y la cizaña (Mateo 13: 24–30, 36–43) así como los peces muertos se reunieron en la red (Mateo 13: 47–50). El alejamiento de la fe no siempre es visto desde el exterior. Dios, sin embargo, ve en lo más profundo de todos.
Jesús dijo que Él es la vid y los creyentes son sus ramas (Juan 15: 1–10). Si la conexión viviente con Cristo se rompe, la rama se marchita y Dios la corta de la vid. Dios, sin embargo, preferiría limpiar la rama y cuidarla en vez de cortarla. Él es paciente y esperará “todavía un año” para ver si aparecen frutos de la fe (Lucas 13: 6–9). Él también ama a alguien que ha perdido su fe y lo alienta al arrepentimiento (Apocalipsis 3: 1–3). Sin embargo, el tiempo de gracia y de espera se limita.
Un creyente que cultiva la fe y la paz de Dios, necesita el evangelio y la proclamación del perdón de los pecados. Las Promesas de la Palabra de Dios animan a creer y a caminar en la compañía de la congregación de Dios. Cristo mismo está presente allí y no quiere abandonar incluso al hijo más débil de Dios. Un día la congregación de Dios estará alabando y regocijándose en el cielo (Apocalipsis 7: 13–17).
Texto: Matti Hanhisuanto
Publicado: Anuario se la SRK del 2012
Traductor: Miranda Hendrickson
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 4/2014.
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