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Vieraskieliset / en espanol

Sobre la base de una base sólida

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
24.11.2015 12.00

Juttua muokattu:

1.1. 23:21
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El mi­nis­te­rio público de Jesús co­menzó des­pués de su bau­tis­mo en el Jordán por Juan el Bau­tis­ta. Es­ta oca­sión fue pre­sen­ci­a­do por Dios en el cie­lo: “Es­te es mi Hijo ama­do; a él oíd” (Ma­teo 3:17). Des­pués de su bau­tis­mo Jesús fue al de­sier­to para pre­pa­rar­se para su mi­nis­te­rio. Él ay­unó du­ran­te 40 días, y des­pués de es­to, el ene­mi­go tentó Jesús, que tie­ne hamb­re, de muc­has ma­ne­ras. Jesús se de­fen­dió del ene­mi­go por re­ci­tan­do la pa­lab­ra de Dios en las Esc­ri­tu­ras. Él fi­nal­men­te se alejó del ene­mi­go, y los ánge­les vi­nie­ron a ser­vir­le.

Pron­to Jesús fue in­for­ma­do de que su pre­de­ce­sor Juan hab­ía sido ase­si­na­do. Llamó a un grupo de discí­pu­los para se­guir­le y co­menzó a pre­di­car. Su inst­ruc­ción y la ac­ti­vi­dad at­ra­jo muc­ha aten­ción, y las mul­ti­tu­des de per­so­nas se reu­nie­ron para es­cuc­har­lo. Lo que hoy co­no­ce­mos como el Sermón de la Mon­ta­ña fue su pri­mer y más co­no­ci­do dis­cur­so público.

Des­de el prin­ci­pio, la inst­ruc­ción de Jesús in­vo­lucró el uso de pará­bo­las e imá­ge­nes ver­ba­les. Sus pará­bo­las se re­fie­ren a los ob­je­tos y los acon­te­ci­mien­tos co­ti­di­a­nos y por lo tan­to eran fáci­les de en­ten­der. Ot­ro as­pec­to esen­ci­al era que sab­ía las Sag­ra­das Esc­ri­tu­ras, exp­licó y las in­terp­retó como “qui­en tie­ne au­to­ri­dad” (Ma­teo 7:29).

Las ca­sas están hec­has para la se­gu­ri­dad

El Sermón de la Mon­ta­ña conc­lu­ye con la pará­bo­la de dos const­ruc­to­res di­fe­ren­tes. En él se re­su­men las inst­ruc­ci­o­nes de Jesús y abor­da cada oy­en­te per­so­nal­men­te. “Todo el que oi­ga es­tas pa­lab­ras mías y las hace, le com­pa­raré a un homb­re pru­den­te que const­ru­yó su casa sob­re la roca.”

La pará­bo­la nos hab­la de dos const­ruc­to­res. Uno de el­los era sa­bio y el ot­ro ton­to. Es fácil para el oy­en­te para ele­gir cuál de el­los para iden­ti­fi­car­se. A través de es­ta iden­ti­fi­ca­ción el oy­en­te casi se con­vier­te en par­te de la his­to­ria. El const­ruc­tor sa­bio const­ru­yó su casa sob­re la roca, el ton­to en la are­na. Cada uno comp­le­ta­ron su casa, y todo pa­rec­ía es­tar bien.

Pero en­ton­ces el tiem­po cam­bió. Hubo una tor­men­ta. La llu­via, el agua de la inun­da­ción y el vien­to azo­ta­ron cont­ra las ca­sas y la tier­ra y co­men­za­ron a ero­si­o­nar la are­na. La casa del homb­re ton­to se der­rumbó, y la fa­mi­lia se qu­e­do sin re­fu­gio. Hubo da­ños gra­ves. La casa del const­ruc­tor sa­bio no suf­rir da­ños, por­que ten­ía una base sólida.

El edi­fi­car no es su­fi­cien­te

Según la pará­bo­la, la fe debe es­tar ba­sa­da en una fun­da­ción que per­du­ra inc­lu­so en los en­sa­yos. Du­ran­te todo la his­to­ria la gen­te ha man­te­ni­do di­fe­ren­tes pun­tos de vis­ta de lo que es la fe cor­rec­ta. Muc­has per­so­nas pien­san que no es im­por­tan­te lo que us­ted cree, so­la­men­te que us­ted cree y re­co­no­ce que hay un Dios. Si es­to fu­e­ra cier­to, ¿por qué Jesús ad­vier­te con tal se­rie­dad cont­ra la const­ruc­ción de una base débil?

Pab­lo más ade­lan­te sub­ra­ya la im­por­tan­cia de una base sólida de la mis­ma ma­ne­ra como lo hizo Jesús. “Con­for­me a la gra­cia de Dios que me ha sido dada, yo como pe­ri­to ar­qui­tec­to puse el fun­da­men­to, y ot­ro edi­fi­ca en­ci­ma; pero cada uno mire cómo sob­ree­di­fi­ca. Por­que na­die pu­e­de po­ner ot­ro fun­da­men­to que el que está pu­es­to, el cual es Je­suc­ris­to. Y si sob­re es­te fun­da­men­to al­gu­no edi­fi­ca­re oro, plata, pied­ras pre­ci­o­sas, ma­de­ra, heno, ho­ja­ras­ca, la ob­ra de cada uno se hará ma­ni­fies­ta; por­que el día la dec­la­rará, pues por el fu­e­go será re­ve­la­da; y la ob­ra de cada uno cuál sea, el fu­e­go la pro­bará. Si per­ma­ne­cie­re la ob­ra de al­gu­no que sob­ree­di­ficó, re­ci­birá re­com­pen­sa” (1 Cor. 3:10–14).

El edi­fi­cio tam­bién es im­por­tan­te, pero sin una base sólida ni si­qui­e­ra un edi­fi­cio sólido se man­tendrá en los en­sa­yos, y cier­ta­men­te no en el Jui­cio Fi­nal.

Fun­da­ción de Cris­to

Al fi­nal de la pará­bo­la de los const­ruc­to­res Jesús sub­ra­ya que no es sólo su­fi­cien­te el es­cuc­har, pero tam­bién hay que vi­vir como cree­mos. Y de­be­mos creer que Él nos ha dado inst­ruc­ci­o­nes con la au­to­ri­dad del po­der de Dios. Inc­lu­so un edi­fi­cio más débil per­du­ra si tie­ne una bu­e­na base. La jus­ti­cia de la fe se basa en Cris­to, la sal­va­ción que Él pre­paró para no­sot­ros, Su pa­lab­ra.

Jesús pre­guntó a sus discí­pu­los que dec­ía la gen­te sob­re qui­en era. Lu­e­go con­ti­nuó di­ri­gién­do­se a sus discí­pu­los: “Pero, ¿quién decís que soy yo?” Ped­ro res­pon­dió: “Tú eres el Cris­to, el Hijo del Dios vi­vien­te” (Ma­teo 16:15–16.) Jesús fundó Su cong­re­ga­ción en es­ta con­fe­sión. Será per­du­rar por­que su base sólida es la sal­va­ción que Dios pre­paró de su hijo Je­suc­ris­to. Jesús tam­bién au­to­rizó a Su cong­re­ga­ción para proc­la­mar es­te men­sa­je cu­an­do Él le dio a Ped­ro las lla­ves del rei­no de los cie­los.

La pará­bo­la nos en­se­ña a to­mar bu­e­nas de­ci­si­o­nes. Nos in­vi­ta a la co­mu­nión con Cris­to. La sal­va­ción pre­pa­ra­da por Cris­to so­por­tar las tor­men­tas del mun­do, y un día nos int­ro­duz­ca en el re­man­so de paz de la vida eter­na.

Tex­to: Mik­ko Ul­jas

Tra­duc­ción: MB

Re­cur­sos: Sii­o­nin Lä­he­tys­leh­ti 11/2014

Teks­tis­sä kä­si­tel­lään raa­ma­tun­koh­taa: Ma­teo 7:24–27

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä kie­li­liit­tees­sä 24.11.2015.

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