Parece que muchas personas ya no entienden el significado bíblico de la palabra pecado. En las conversaciónes espirituales se puede hasta evitar hablar del pecado. Muchas veces se siente más fácil hablar solamente sobre la gracia, amor y aceptación de Dios porque ese tipo de conversación normalmente no ofende a nadie.
El pecado es sin embargo uno de los conceptos primordiales de la fe cristiana. Si entendemos el significado de ese concepto, podemos ver la gradeza de la gracia y perdón de Dios. Si una persona no siente su pecado, tampoco sabe desear el perdón de los pecados preparado por Jesús Cristo. De esta manera la persona se queda como esclavo del pecado.
Ninguna persona puede vivir asi que no hiciera pecado en sus pensamientos, palabras y actos. Según el San Pablo ”Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay nadie quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Romanos 3:12).
Dios crea en el corazón del hombre añoranza para la vida eterna y le da el regalo de la fe. Por la caida al pecado todos son sin embargo corruptos por el pecado original. El pecado siempre afecta a nuestros pensamientos y actos.
Según la biblia el pago del pecado es la muerte (Romanos 6:23). Sin embargo por la fe y por los meritos de Jesús una persona puede recibir el perdón de todos los pecados y la vida eterna como un regalo. Cada uno necesita desde su niñez una críanza que es según la palabra de Dios para permancer en la fe.
La ley de Dios muestra a uno que vive en la incredulidad, que el no ha podido cumplir con la voluntad de Dios. El ha hecho pecado y necesita el perdón de los pecados. Al creer en el evangelio proclamado desde la congregación de Dios uno se libera del poder la muerte y de la incredulidad y se convierte en miembro vivo del Reino de Dios.
El reformista Martín Lutero describe en el grande catecismo que el Reino de Dios es como una madre quien con la palabra de Dios hace nacer cada cristiano y le apoya. Un creyente necesita cuidado del evangelio en la congregación de Dios. El quien cree de corazón se salva y ya aqui en el mundo es partícipe de la vida eterna (San Juan 6:47).
Texto: Pekka Aittakumpu
Traducción: T.K & J.K
Julkaistu espanjankielisessä numerossa 15.11.2017
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