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Vieraskieliset / en espanol

Convertíos, pues, y viviréis

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
29.12.2014 15.32

Juttua muokattu:

1.1. 23:50
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Dios cui­da de Sus hi­jos como un pas­tor cui­da de su re­ba­ño. Él bus­ca, cui­da, y ali­men­ta a Sus ove­jas. El Buen Pas­tor no ale­ja a los pe­ca­do­res o los con­du­ce a per­di­ción, sino que los ama y los llama a él. Dios per­do­na a los débi­les y a los pe­ni­ten­tes en Su Rei­no.

El ca­mi­no del homb­re en la vida es ra­ra­men­te liso y ni­ve­la­do. Ine­vi­tab­le­men­te nos en­cont­ra­re­mos con ad­ver­si­da­des en la vida. Tam­po­co an­da­mos a lo lar­go del ca­mi­no de acu­er­do a lo que las Esc­ri­tu­ras nos ex­hor­tan. Muc­hos se apar­tan del ca­mi­no con la vo­lun­tad de Dios. Es­to su­ce­de a un in­di­vi­duo y a las na­ci­o­nes en­te­ras.

Pro­fe­ta Eze­qui­el era un sa­cer­do­te en el temp­lo de Je­ru­salén. Dios le ten­ía la ta­rea de una vida re­ser­va­da que di­fer­ía de lo común. El rey Na­bu­co­do­no­sor con­quistó Je­ru­salén en el año 587 A.C. Des­pués, el pu­eb­lo de Is­ra­el fue lle­va­do a cau­ti­vi­dad en Ba­bi­lo­nia. El pro­fe­ta Eze­qui­el tam­bién tuvo que ir a Ba­bi­lo­nia, don­de su ta­rea era la de ser un pro­fe­ta, con­se­je­ro, y pas­tor alen­ta­dor de su pu­eb­lo. Con­soló al pu­eb­lo con la pro­me­sa de que Dios to­dav­ía les dar­ía la opor­tu­ni­dad de reg­re­sar a su pat­ria.

A me­nu­do, Dios rep­ren­dió a Su pu­eb­lo del pe­ca­do y les ad­vir­tió de sus con­se­cu­en­ci­as a través de los pro­fe­tas. El pro­fe­ta Eze­qui­el dio un claro men­sa­je de que todo el mun­do es res­pon­sab­le de sus pro­pi­as ac­ci­o­nes. El hijo no se hace res­pon­sab­le por los pe­ca­dos del pad­re, ni el pad­re es res­pon­sab­le de los pe­ca­dos del hijo (Eze­qui­el 18:20).

Eze­qui­el re­ci­bió un men­sa­je del Se­ñor, que desc­ri­be como Dios cui­da de Sus hi­jos, como un pas­tor cui­da de Su re­ba­ño. El pas­tor bus­ca aqu­el­los que se per­die­ron, ven­da­ra a la per­ni­qu­eb­ra­da, los lle­va­ra a un pas­to fértil para ali­men­tar­las, y apa­cen­ta­ra a Su re­ba­ño (Ez 34: 14-16). Es­ta pará­bo­la nos re­cu­er­da el sal­mo fa­mi­li­ar del pas­tor, esc­ri­to por Da­vid (Sal­mos 23) y la ima­gen de Jesús como el Buen Pas­tor que da su vida por Sus ove­jas (Juan 10:11).

Dios Mi­se­ri­cor­di­o­so

Dios no qui­e­re que cu­al­qui­er per­so­na que se haya des­vi­a­do del ca­mi­no de Su vo­lun­tad, pe­rez­ca. A lo cont­ra­rio, Su vo­lun­tad es que to­dos vu­el­van a vi­vir (2 Ped­ro 3: 9). El Buen Pas­tor no exc­lu­ye a los pe­ca­do­res o los ale­ja, sino que los ama y los llama a él. Se ne­ce­si­ta la gra­cia de Dios para los pe­ca­do­res. Jesús dice: “Los sa­nos no tie­nen ne­ce­si­dad de médico, sino los en­fer­mos.” (Mar­cos 2:17).

De acu­er­do con la doct­ri­na cris­ti­a­na de 1948, el ar­re­pen­ti­mien­to es la pe­ni­ten­cia y el mie­do a cau­sa del pe­ca­do. Al mis­mo tiem­po, es la creen­cia en la ab­so­lu­ción-que los pe­ca­dos son per­do­na­dos por los méri­tos de la ex­pi­a­ción de Cris­to. El ar­re­pen­ti­mien­to es se­gui­do por un cam­bio en la vida y el rec­ha­zo del pe­ca­do (CD 72). Cu­an­do los pe­ca­dos son per­do­na­dos, según Eze­qui­el, Dios ya no se acu­er­da de el­los. Es­to nos hab­la de la esen­cia de la gra­cia de Dios, Su po­der in­men­su­rab­le e in­men­si­dad.

El lib­ro de Eze­qui­el dice que si pa­sea a los jus­tos en los ca­mi­nos equi­vo­ca­dos, en el ca­mi­no de los imp­íos, se­gu­ra­men­te mo­rirá. Sólo hay una ma­ne­ra de sa­lir del rei­no de Dios, si­gui­en­do las ten­ta­ci­o­nes del pe­ca­do. Una per­so­na que se ar­re­pien­te, re­ci­be la vida y no se pier­de (Eze­qui­el 18:21).

Tri­bu­la­ci­o­nes per­mi­ti­dos por Dios

El cau­ti­ve­rio fue una eta­pa pe­sa­da en las vi­das de la gen­te de Is­ra­el. A me­nu­do es difí­cil para los in­di­vi­duos o na­ci­o­nes en­ten­der el propó­si­to de los jui­ci­os y las in­ten­ci­o­nes de Dios. Los pen­sa­mien­tos de Dios están por en­ci­ma de nu­est­ros pen­sa­mien­tos (Isa­ías 55: 8-9). Dios ve muc­ho más ade­lan­te que el homb­re. Él guía las fa­ses de las na­ci­o­nes y hab­la a la gen­te a través de el­los (CD 4).

El pu­eb­lo de Is­ra­el se hab­ía re­be­la­do cont­ra la vo­lun­tad de Dios y qu­er­ía vi­a­jar a su ma­ne­ra. Sin em­bar­go Dios fue mi­se­ri­cor­di­o­so con Su pu­eb­lo. Él no los dest­ru­yó, pero es­ta­ba dis­pu­es­to a ser mi­se­ri­cor­di­o­so. El amor de Dios se di­ri­ge a todo el mun­do pe­ca­mi­no­so: “Por­que de tal ma­ne­ra amó Dios al mun­do, que ha dado a su Hijo unigé­ni­to, para que todo aqu­el que en él cree, no se pier­da, mas ten­ga vida eter­na.” (Juan 3:16).

El men­sa­je de la pa­lab­ra de Dios es claro. Los que han caí­do en el pe­ca­do pu­e­den oír la pro­me­sa: “con­vert­íos, pues, y vi­vir­éis” (Eze­qui­el 18:32). Cu­an­do una per­so­na cree el evan­ge­lio, proc­la­ma­do por el Espí­ri­tu San­to, se li­be­ra de sus pe­ca­dos. El co­razón de pied­ra es con­ver­ti­do a un co­razón vivo (Ez 36: 26-27).

En la co­mu­nión del rei­no de Dios

Eze­qui­el con­soló al pu­eb­lo: “Ha­bi­tar­éis en la tier­ra que di a vu­est­ros pad­res, y vo­sot­ros me ser­éis por pu­eb­lo, y yo seré a vo­sot­ros por Dios” (Eze­qui­el 36:28). El tiem­po de cau­ti­vi­dad del pu­eb­lo de Is­ra­el ter­minó a su de­bi­do tiem­po, de acu­er­do con las pro­me­sas de Dios. El­los pu­die­ron vol­ver a su pat­ria.

Los hi­jos de Dios son pe­reg­ri­nos aquí en la tier­ra. So­mos vi­a­je­ros en una tier­ra ext­ra­ña (Heb. 11:13). Du­ran­te nu­est­ro ca­mi­no, ca­e­mos en el pe­ca­do, pero Dios per­do­na a los débi­les y los pe­ni­ten­tes en Su rei­no.

El des­ti­no de los hi­jos de Dios es la vida eter­na en nu­est­ro ho­gar ce­les­ti­al. Po­de­mos po­seer la vida eter­na ya aho­ra en el men­sa­je del perdón. En el cui­da­do del Buen Pas­tor va­mos a lle­gar un día a nu­est­ra ver­da­de­ra pat­ria, don­de no hay pe­ca­do o la mu­er­te.

Tex­to: Juha Sep­pä­lä

Tra­duc­ción: M. B.

Re­cur­sos: Sii­o­nin Lä­he­tys­leh­ti 6/2013

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