“Donde haya dos o tres personas reunidas en mi nombre, yo estaré allí en medio de ellos” Este compromiso es normalmente para cuando las personas se reúnen para escuchar la palabra de Dios. La promesa es grande, pero ¿Como es posible?
Jesús ha ascendido al cielo y ahora está sentado a la diestra de Dios. No podemos verlo ni escucharlo a través de nuestros sentidos. Aun así, él está en medio de nosotros. Solo es posible que esté presente en la palabra y en los sacramentos a través del Espíritu Santo en el centro de su reino.
A los discípulos se les ha dado el deber de llevar la palabra de Jesús a todo el mundo. El deber es grande y exigente, en todas las naciones en las que se unan más discípulos estos tendrán que ser bautizados y enseñarles a mantener las enseñanzas de Jesús. Para las fuerzas humanas de los discípulos este sería un deber demasiado grande. Después de la muerte de Jesús sus discípulos se reunían a puertas cerradas pues tenían miedo.
Después de la resurrección de Jesús y de las revelaciones, los discípulos obtuvieron un nuevo coraje. Cuando Jesús resucitó de la muerte en su tumba, se apareció ante los discípulos y les enseñó a conocer mejor el reino de Dios. Jesús les prometió que no se quedarían solos, sino que obtendrían el espíritu santo para que les ayude en su trabajo.
El Espíritu Santo crea la fe
El Espíritu Santo es la tercera persona de Dios. Cada persona de la Santísima trinidad tiene un trabajo muy importante.
Diez días después de que Jesús ascendió al cielo, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos para que pudieran verlo con sus propios sentidos. Los discípulos se llenaron del Espíritu Santo y comenzaron a hablar lo que el Espíritu les dio para hablar (Hch 2: 1-13). Celebramos este evento cada Pentecostés. Desde el primer Pentecostés hasta el último juicio, decimos que es el tiempo del Espíritu Santo.
A los primeros discípulos el Espíritu Santo de Dios les dio poder, habilidad y coraje para que sigan enseñando el evangelio como Jesús les enseñó. En trabajo de Jesús continúa aquí en la tierra por medio del Espíritu Santo. En el primer Pentecostés mientras el apóstol Pedro daba su sermón, 3000 personas sintieron un llamado en sus conciencias. Ellos creyeron en el evangelio y recibieron la gracia del arrepentimiento. Las promesas de los profetas en el nuevo testamento y de la llegada del Espíritu Santo se habían cumplido. Las señales de Dios estaban en la tierra y en el cielo. El monte de Sion era un refugio y aquellos a los que Dios llamaba eran salvos. (Jer. 31: 31-34; Joel 3: 1-5.)
La fe y sus frutos
El nacimiento del milagro de la fe puede suceder incluso hoy. Un hombre que ha sido separado del camino de Dios puede volver a ser hijo de Dios. Un hombre incrédulo puede llegar a ser parte del reino de Dios por medio de la gracia del arrepentimiento.
Cuando las personas reciben las buenas nuevas del reino de Dios, el evangelio del perdón de los pecados de Jesús, estas personas se vuelven parte del reino de Dios. Ellos disfrutaran de los buenos regalos de Dios que Jesús durante su vida, sufrimiento y muerte mereció. El Espíritu Santo glorifica a Cristo como la única justicia. Una persona que ha recibido la gracia del arrepentimiento es un hombre justo y aceptable para Dios.
La fe no proviene de nuestra propia fuerza o voluntad. La razón es incapaz de comprender a Dios y los secretos del reino de Dios. El Espíritu Santo llama al hombre a Dios a través del evangelio, permite que nazca la fe y anima a mantener la fe y la buena conciencia. Además del Don de la fe, el Espíritu Santo también da otros dones. Los frutos del espíritu santo son: el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí (Gál.5: 22-26).
El amor es el regalo más valioso. Los frutos del Espíritu Santo pueden vencer a la carne y todo tipo de inmundicia. El Espíritu Santo ayuda y conduce a una voluntad y comprensión donde el pecado se manifiesta como pecado y la gracia es misericordia. Se trata de la obra del Espíritu Santo y el estado del corazón. Esta obra del Espíritu Santo se llama santificación. La gracia te enseña a abandonar el pecado y vivir la vida para que se pueda cumplir la voluntad de Dios. Este tipo de estilo de vida, fuerza de voluntad, lucha contra el pecado y sus poderes se llama lucha cristiana.
El Sacerdote del Espíritu Santo
Todo creyente tiene el derecho, la oportunidad y el deber de hablar sobre Jesús. Un creyente es un sacerdote del Espíritu Santo. La misión que Jesús da es digna: a través del poder del Espíritu Santo, predicamos el perdón de los pecados con la autoridad que Jesús nos ha dado. él es quien Dios envió, y él nos envió a nosotros.
“El que te oye a ti, me oye”, declara nuestro Señor resucitado (Lc 10:16). Quien escuche el fruto del Espíritu Santo, es decir el evangelio del perdón de los pecados de otro hombre, no escucha solo la voz del hombre, sino el llamado de Jesús. Es entonces que recibe el llamado de Dios.
El Espíritu Santo llama, reúne e ilumina. Es el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo te conduce a la palabra de Dios la luz y la gracia del espíritu, consuela y perdona los pecados, nos eleva de la tumba en la muerte y nos da la vida eterna.
Texto: Mauno Soronen
Este texto ha sido publicado en “El libro del alfabeto de la fe”, de SRK en 2012.
Traducción: E.C
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