En su carta a los Colosenses, Pablo advirtió sobre los peligros del pecado y deseaba purificar la fe de los Colosenses en Jesucristo, para que puedan obtener la fuerza de vivir según la voluntad de Dios.
Una congregación viviente de Cristo había surgido en la ciudad de Colosas. Epafras, el colaborador de Pablo, había ido a la ciudad. Había proclamado la palabra de verdad, el evangelio de Jesucristo a los Colosenses (Col. 1:05). Muchos de ellos habían recibido el evangelio con la fe. Así nació el rebaño de los creyentes de Colosas.
Aunque Pablo no había estado en Colosas, había oído mucho sobre la vida de la joven congregación. En su carta, Pablo relata que él había oído del nacimiento de la congregación y sus razones de alegría asociada con ella. Junto con otros cristianos, él había orado para que los Colosenses reforzaran su fe y reciban la fuerza para que vivan según la voluntad de Dios (Col. 1:8–10).
Como en sus otras cartas, Pablo deseaba, sobre todo, fortalecer la fe de los oyentes. Al mismo tiempo, advirtió de los errores doctrinales y de los peligros del pecado, los cuales los creyentes de Colosas habían encontrado.
La doctrina de Cristo amenazada
Colosas era más bien, una ciudad bien pequeña en la actual zona de Turquía. Se encontraba localizada en la intersección de carreteras importantes. La ciudad era una mezcla colorida de muchas nacionalidades y religiones.
Lo problemático en Colosas era que, además del Evangelio, los creyentes locales sintieron la presión de adoptar ideas iguales de otras religiones y filosofías. La preocupación de Pablo acerca de las enseñanzas al mezclar las religiones – sincretismo - es apropiado hoy en día también. La idea de que todo el mundo puede crear su propia religión y reconciliar la Palabra de Dios de acuerdo a su propio gusto parece ser cada vez más amplia.
Pablo menciona este tipo de ideas erróneas en su carta. Se refiere a cómo algunos Judíos hubiesen querido que los creyentes sigan las reglas tradicionales respectivas a los días festivos y de reposo (Col. 2:16). Una forma de vida ascética (Col. 2:18–23), que según Paul sólo satisface el orgullo humano, probablemente originado en la filosofía griega.
Una vida nueva en Cristo
La joven congregación en Colosas vivió en medio de muchas doctrinas falsas. Al mismo tiempo, las tentaciones y los efectos de muchos pecados habían llegado a ser familiares. Por lo tanto, Pablo tuvo que aclarar la simple fe en el misterio de Dios, en Jesucristo, en quien estaban escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col. 2:2–3) .
En el comienzo, Paul describe los cambios que se producen en una persona quien ha recibido la gracia del arrepentimiento. El arrepentimiento es sobre todo un cambio de actitud, en la cual, la vida de una persona no solamente cambia un poco su curso, sino que también es completamente reconstruida en una nueva fundación y se dirige a un nuevo destino. El fundamento de la fe es Jesucristo y Su obra redentora. El destino es la vida eterna en el cielo.
Pablo describe este cambio utilizando un hábito familiar, el vestirse, como una metáfora. Exhorta a los colosenses a desvestirse primeramente: "... habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, " (Col. 3:9). Esto significa rechazar aquella vida la cual está en contra de la voluntad de Dios, en otras palabras, la incredulidad y el pecado. Pablo menciona lo siguiente como ejemplos de cosas que necesitan ser rechazadas: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos, avaricia, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas y mentirosos (Colosenses 3:5–9).
Después de esto, Pablo les exhorta a vestirse del hombre nuevo (Col. 3:10). Aquí, lo que él quiere decir es con el don del manto de la justicia con la que Dios vistió a la primera pareja humana, Adán y Eva (Génesis 3:21). Desde las primeras páginas de la Biblia se nos recuerda que Dios ha preparado el don de la justicia, el perdón de los pecados. En sus cartas, Pablo ilumina el mensaje sencillo del evangelio de Jesucristo, y él hace lo mismo con los Colosenses.
Dios no se cansa de amar
El Espíritu Santo da a luz a los frutos de la fe en el hombre nuevo que sigue a Jesús (Col 1:8–10; Gal 5:22). Pablo enumera estas: entrañable misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia. Los insta a asegurarse de que los Colosenses tengan paciencia unos con otros y se perdonen los unos a los otros como Cristo los había perdonado (Col 3:12, 13).
Dios nunca dejará de amar a un pecador, aunque Él odie el pecado. Por lo tanto el "hombre nuevo ", el seguidor de Cristo, puede aún hoy, en medio de sus defectos, confiar en el perdón y la renovación del poder del evangelio. En Su amor, Dios- sin descanso - busca y llama a una persona incrédula, a Su reino.
Texto: Antti Savela
Publicado: Siionin Lähetyslehti 5/2013
Traductor: Melanie Wisuri
Tekstissä käsitellään seuraavia raamatunkohtia: Col. 3:1-17
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 4/2014.
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