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Vieraskieliset / en espanol

El perdón trae la paz

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
11.5.2015 15.26

Juttua muokattu:

1.1. 23:53
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En el pri­mer día de la se­ma­na, Mar­ía Mag­da­le­na fue a la tum­ba de Jesús en el crepús­cu­lo de la ma­ña­na. Hab­ía en­cont­ra­do una tum­ba vac­ía. La pied­ra hab­ía sido tras­la­da­da des­de la aper­tu­ra de la tum­ba. Mar­ía fue a de­cir a los discí­pu­los de es­te. Ped­ro y los ot­ros discí­pu­los se ap­re­su­ra­ron a la tum­ba de Jesús. Vie­ron de la que Mar­ía hab­ía dic­ho (Juan 20: 1-9).

Reu­nión del Re­den­tor re­su­ci­ta­do

Los discí­pu­los sa­lie­ron de la tum­ba para su mo­ra­da, pero Mar­ía Mag­da­le­na se man­tu­vo en la aper­tu­ra de la tum­ba a llo­rar. Jesús se apa­re­ció a Mar­ía. “Mu­jer, ¿Por qué llo­ras? ¿A quién bus­cas?” Mar­ía re­ci­bió una ta­rea de Jesús: “pero ve a mis her­ma­nos, y di­les”(Juan 20: 11-17).

Mar­ía trajo el men­sa­je de la tum­ba del Re­den­tor re­su­ci­ta­do. Los discí­pu­los fu­e­ron los pri­me­ros en es­cuc­har es­te men­sa­je. Mar­ía cor­rió a de­cir­les “¡que hab­ía vis­to al Se­ñor!” (Juan 20:18).

El men­sa­je del Re­den­tor re­su­ci­ta­do inc­lu­yó y to­dav­ía inc­lu­ye la dec­la­ra­ción del amor de Dios ha­cia el que ha caí­do en el pe­ca­do. Re­ve­la las pers­pec­ti­vas de paz a aqu­el que es ap­las­ta­do bajo el peso del pe­ca­do. Dios no me ha rec­ha­za­do. A través de la ob­ra re­den­to­ra de Su Hijo, Él ha abier­to la po­si­bi­li­dad de ser li­be­ra­dos del pe­ca­do y de par­ti­ci­par en la vida eter­na.

No es sorp­re­sa que los discí­pu­los ten­ían mie­do. Todo lo que hab­ían ex­pe­ri­men­ta­do los hab­ía sorp­ren­di­do. Su con­fu­sión au­mentó cu­an­do Mar­ía Mag­da­le­na les dijo que hab­ía en­cont­ra­do a Jesús. Se con­si­de­ra­ba ne­ce­sa­rio man­te­ner las pu­er­tas cer­ra­das.

Al­lí detrás de esas pu­er­tas cer­ra­das, los discí­pu­los tími­dos, asus­ta­dos y con­fu­sos fu­e­ron ca­pa­ces de en­cont­rar a Jesús que hab­ía ga­na­do sob­re la mu­er­te. De re­pen­te, Jesús se puso en me­dio de el­los y dijo, “Paz a vo­sot­ros!” Cu­an­do dijo es­to, les mostró a los discí­pu­los las ma­nos y los pies. (Juan 20:19)

La Alegr­ía se en­cien­de

El ver a Jesús en­cen­dió la alegr­ía en los co­ra­zo­nes de los discí­pu­los (Juan 20:19). No hab­ían creí­do en vano. Las pro­me­sas de Dios hab­ían sido cier­tas des­pués de todo.

A través de la fe de Jesús, to­dav­ía pu­e­de ser en­cont­ra­do y ob­ser­va­do en el evan­ge­lio del rei­no de Dios. Cu­an­do una per­so­na pe­ca­do­ra tie­ne sus pe­ca­dos per­do­na­dos en el nomb­re y la sang­re de Jesús, es­ta es li­be­ra­da de la car­ga del pe­ca­do y pu­e­de ex­pe­ri­men­tar la paz, la li­ber­tad y el gozo en el Espí­ri­tu San­to.

Creer en el evan­ge­lio se exp­re­sa en la alegr­ía del crey­en­te. Según el após­tol Pab­lo, la alegr­ía es uno de los fru­tos del Espí­ri­tu (Gal 5:22).

¡Paz a vo­sot­ros!

¿Qué sig­ni­fi­ca las pa­lab­ras de Jesús: “Paz a vo­sot­ros” hoy cu­an­do ex­pe­ri­men­ta­mos la in­qui­e­tud que nos ro­dea? Re­co­no­ce­mos es­to inc­lu­so en no­sot­ros mis­mos. Du­da­mos de nu­est­ra fe. Muc­has ten­ta­ci­o­nes están fa­mi­li­a­ri­za­das. Muc­hos de los que se ar­re­pien­te de sus vi­das pe­ca­mi­no­sas están bus­can­do una nu­e­va di­rec­ción.

Los discí­pu­los se re­go­ci­ja­ron a pu­er­ta cer­ra­da. Re­ci­bie­ron una ta­rea de su Se­ñor y Ma­est­ro. Jesús for­ta­le­ció a los discí­pu­los con el Espí­ri­tu San­to y les en­vió a proc­la­mar el evan­ge­lio de la paz: “La paz sea con vo­sot­ros: como me en­vió el Pad­re, así tam­bién yo os env­ío” (Juan 20:21, 22).

Des­pués de es­to, Jesús les dio a los discí­pu­los el po­der de per­do­nar los pe­ca­dos. “A qui­e­nes re­mi­tie­reis los pe­ca­dos, les son re­mi­ti­dos; y a qui­e­nes se los re­tu­vie­reis, les son re­te­ni­dos “(Juan 20:23). El evan­ge­lio del perdón de los pe­ca­dos trae la paz de la cual Jesús habló a los discí­pu­los.

Ya an­tes Jesús hab­ía hab­la­do de es­ta mis­ma paz en Su sermón de des­pe­di­da: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mun­do la da. No se tur­be vu­est­ro co­razón, ni ten­ga mie­do”(Juan 14:27).

Los se­gui­do­res de Jesús qui­e­ren ser fie­les a la ta­rea que Jesús les ha dado. Es por es­to que el rei­no de Dios to­dav­ía ex­hor­ta al pu­eb­lo in­fiel ha ar­re­pen­tir­se y dar la es­pal­da a la vida pe­ca­mi­no­sa. Se les of­re­ce el evan­ge­lio del perdón de los pe­ca­dos. ¡Vale la pena afer­rar­se a es­te evan­ge­lio de la paz! Da a la gen­te una paz in­ter­na y du­ra­de­ra.

El men­sa­je del Re­den­tor re­su­ci­ta­do tam­bién lleva a las per­so­nas crey­en­tes, los que si­gu­en a Jesús. Ani­ma a los ni­ños asus­ta­dos, can­sa­dos y du­do­sos de Dios a creer. Vale la pena creer, por­que el ob­je­ti­vo de la fe es el cie­lo. Al­lí se pu­e­de disf­ru­tar de la paz eter­na con Jesús y los Su­yos.

Tex­to: Ant­ti Sa­ve­la

Tra­duc­ci­on: Mi­ran­da By­man

Fu­en­te: Sii­o­nin Lä­he­tys­leh­ti 1/2015

Teks­tis­sä kä­si­tel­lään seu­raa­vaa raa­ma­tun­koh­taa: Juan 20:21

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä kie­li­liit­tees­sä 6.5.2015.

23.11.2024

Ravitse meitä armollasi joka aamu, niin voimme iloita elämämme päivistä. Ps. 90:14

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