La palabra del Evangelio nos cuenta del sacrificio y de la obra expiatoria que son aceptables a Dios. El profeta Isaías predijo sobre el sacrificio de expiación perfecto, Jesucristo. A Isaías también se le permitió ver el banquete preparado en el Monte del Sion y la fiesta de bodas del Cordero. Esta visión de esperanza aun es ofrecida a los creyentes en la palabra de Dios. Nosotros también podemos anticipar el sabor de del banquete celestial en la Santa Cena del Señor.
Isaías fue llamado a profetizar cuando el Rey Usías murió, aproximadamente 740 años antes del nacimiento de nuestro Redentor. Durante el tiempo de Isaías, la gente no quería ser obediente a la voluntad de Dios. “Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.” (Isaías 1:2-4).
El obedecer es mejor que sacrificarse
Aunque la gente era desobediente, ellos realizaban los ritos de sacrificios requeridos. Sus corazones no estaban en los rituales del sacrificio, y de esta manera, Dios amonesto a la gente a través de Isaías: “Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebos de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.” (Isaías 1:11). Dios ya le había recordado esto al Rey Saúl durante el tiempo del Profeta Samuel: “Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezcan a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.” (1 Samuel 15:22).
El Sermón del Arrepentimiento de Isaías
El profeta Isaías veía a la vida de su tiempo. El observo como la gente se alejaba de la palabra de Dios. El entendió que esto tendría sus consecuencias: el abandono de la palabra de Dios fue visible en tanto la sociedad y los problemas nacionales. El país entero se llenó de rebeldía entre los príncipes y el pueblo. Los pobres fueron oprimidos. Los gobernantes actuaban de forma contraria a la ley la cual Dios le había dado a Moisés. La nación se debilitaba mientras los poderes adyacentes crecían más fuertes y poderosos.
Incluso en aquel tiempo, el sermón de la palabra de Dios era un sermón de la ley y del evangelio. Isaías les rogaba a quienes habían caído en el pecado a que cambiasen: “Lavaos y limpiaos; dejad de hacer lo malo.” Incluso en esos tiempos, a los penitentes se les prometió: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos.—Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no comiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.” (Isaías 1:16-20).
Dios ya le había dicho de antemano a Isaías que la gente no escucharía sus sermones sobre el arrepentimiento. Ellos no escucharon a Isaías, aun cando él les hablo sobre la cautividad que le sobrevendría a la nación entera y de la destrucción del templo. El anuncio que esta situación continuaría de esta forma hasta que la gente falleciera, y únicamente aquellos quienes hubiesen sido obedientes a Dios, serian salvados y podrían retornar a sus propia tierra. (Isaías 6).
El sacrificio en olor fragante
Isaías observaba las cosas de su propio tiempo, pero el vio mucho más adelante. El predijo el cautiverio en el cual a la gente no le era permitido regresar hasta el reinado de Cirros, rey de Persia. Él también pudo consolar a la gente con la venida del Príncipe de Paz, el nacimiento del rey Mesiánico. El vio hasta el amanecer del pacto nuevo y su “sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2), el cual era aceptable a Dios.
Isaías predijo este sacrifico perfecto, el cual es Jesucristo. Por medio de la fe, podemos ser partícipes de Su obra expiatoria. La palabra del evangelio nos dice del sacrificio y de la obra expiatoria que son aceptables a Dios. Esta palabra es proclamada hoy en día por la gente de Dios.
Celebración en el Monte Sion
El profeta Isaías pudo ver aún mucho más allá de su tiempo. Él nos habló sobre un gran banquete en el Monte Sion. Este banquete, descrito en el capítulo 25 del libro de Isaías, ha sido interpretado como un cuadro escatológico. El vio el fin del tiempo, el banquete de bodas del Cordero. (Apoc. 19:9).
El banquete es una visión de esperanza para aquellos quienes tuvieron que sufrir. Esta visión de esperanza todavía es ofrecida hoy en día a los creyentes en la palabra de Dios. Podemos también anticipar y saborear el banquete del cielo en la Santa Comunión. Estos momentos festivos son para darnos ánimos y darnos fortaleza para continuar nuestro camino hasta el festejo celestial.
El aliento y el ánimo son necesario, porque para el camino de los hijos de Dios en estos tiempos, es considerado también un “camino de humillación y vergüenza”. Un día “destruirá a la muerte para siempre; y enjuagara Jehová el Señor toda lagrima de todos los rostros; y quitara la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.” (Isaías 25:8).
Con ojos de fe podemos ver el banquete celestial. Sin tener en cuenta las dificultades del camino, podemos unirnos a las palabras del Libro de Isaías: “He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvara.” (Isaías 25:9).
Texto: Tuomas Tölli
Traducción: K. K.
Recursos: Siionin Lahetyslehti 1/2014
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 11/2014.
Blogit
Toimitus suosittelee
Viikon kysymys