La historia bíblica del encuentro de José con sus hermanos en Egipto es una descripción bonita sobre la misericordia y el perdón.
Humanamente pensando, José habría tenido razones para estar duro y amargo con sus hermanos. Ellos lo habían vendido como esclavo a los madianitas mercaderes, por lo cual acabó en una carcél egipcia por muchos años.
José vió a sus hermanos otra vez después de mucho tiempo, cuando venían a Egipto por comida. El Faraón había puesto a José como gobernador de todo Egipto y su trabajo era almacenar grano para los años de hambre.
A José se le dió la oportunidad de vengarse a sus hermanos, pero no lo hizo. Vió en esos momentos un designio profundo y divino. Dijo a sus hermanos:
”Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. – – Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios.” (Génesis 45:5–8)
José les perdonó con todo su corazón
Los hermanos de José trajeron también a su padre Jacob a Egipto y toda la familia se quedó a vivir ahí. Después de la muerte de Jacob, los hermanos empezaron a temer que José les hiciera pagar de todo el mal que le hicieron. Probablemente, aún en vida el padre, ellos habían esperado con pavor el día cuando él muriera. Con miedo enviaron un mensaje a José recurriendo a las palabras de su padre: ”Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre”. (Génesis 50: 16–17)
Los hermanos eran hombres creyentes y entendieron que habían actuado mal. Sabían que José había obtenido mucho poder, y por lo tanto podría dificultar su vida mucho. Sin embargo, no tenían nada que temer porque José les había perdonado con todo su corazón.
En respuesta a la petición de los hermanos, José señalo que la tarea humana no es conseguir la venganza; la capacidad de juicio sólo la tiene Dios. Dijó a sus hermanos: “No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos.” (Génesis 50: 19–21) El hecho de que José había perdonado con todo su corazón , también se revela en sus obras, cuando él se hizo cargo de sus hermanos y sus familias.
El encuentro con este sentir que hubo también en Cristo Jesús
Se puede decir que José tenía ”este sentir que hubo en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5–8). No quería responder al mal con el mal, sino perdonar y animar. Por la fe entendió que Dios le había perdonado a él mismo, y que todos sus dones temporales fueron regalo de Dios.
Tanto José como sus hermanos habían tenido la oportunidad de estar en la escuela de Dios. Los hermanos tuvieron que humillarse y pedir perdón por sus malas acciones. Ya no había en sus palabras el tipo de orgullo que los años anteriores en el campo, donde forzaron a su hermano a viajar con los traficantes de esclavos.
A menudo no es fácil pedir perdón y perdonar. Él quien busca el reino de Dios tiene que caminar por la puerta estrecha para entrar (Mateo 7:13). La misma cosa es con el arrepentimiento diario: para un hijo de Dios quien ha caído en pecado, no es siempre fácil humillarse y pedir perdón.
Asimismo; a veces el perdón de los pecados puede ser muy difícil. Si no puede perdonar al prójimo, puede ser que el corazón se llene con rencor y eso puede tener muchas consecuencias malas. Por lo tanto, es importante pedir fuerzas a Dios para pedir perdón y perdonar. Cuando Dios nos ayuda en eso, el corazón puede librarse del rencor y de los pesos del pecado, con el resultado del espíritu alegre y lleno de gracia.
Texto: Pekka Aittakumpu
Publicación: Siionin Lähetyslehti 3/2015
Traducción: LR
Julkaistu espanjankielisessä numerossa 11.5.2016
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