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Vieraskieliset / en espanol

La Ley de Dios y Su Significado

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
11.5.2015 15.22

Juttua muokattu:

1.1. 23:53
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La ley es est­ric­ta y exi­gen­te. Jesús en­señó que has­ta un pen­sa­mien­to malo en el co­razón del homb­re es una transg­re­sión a la vo­lun­tad de Dios. Na­die es ca­paz de vi­vir su vida de tal ma­ne­ra que nun­ca transg­re­da la vo­lun­tad de Dios. Sin em­bar­go, la ley es con­di­ci­o­nal y exi­ge obe­dien­cia comp­le­ta.

El tra­ba­jo per­fec­to de Cris­to

Pab­lo en­señó: “Por­que lo que era im­po­sib­le para la ley, por cu­an­to era débil por la car­ne, Dios, en­vi­an­do a Su Hijo en se­me­jan­za de car­ne de pe­ca­do y a cau­sa del pe­ca­do, con­denó al pe­ca­do en la car­ne” (Ro­ma­nos 8:3).

A cau­sa de que el homb­re no es per­fec­to y le es im­po­sib­le vi­vir sin transg­re­dir la vo­lun­tad de Dios. Dios lo hizo todo, a través Si mis­mo por no­sot­ros. Dios en­vió a su hijo, na­ci­do bajo la ley, para que re­di­mie­se a los que es­ta­ban bajo la ley (Gála­tas 4:4-5).

Solo Jesús ha vi­vi­do ab­so­lu­ta­men­te según la vo­lun­tad de Dios. Nu­est­ra re­den­ción no está ba­sa­da en nu­est­ra ino­cen­cia, más bien en la per­fec­ción de Cris­to. La ma­ne­ra de es­tar en unión con Dios no es el ser obe­dien­te a la ley, sino por me­dio de Je­suc­ris­to. El propó­si­to de la ley es el de des­per­tar el ar­re­pen­ti­mien­to y traer per­so­nas re­no­va­das a Cris­to, para unir­los a Su re­ba­ño de se­gui­do­res. Me­di­an­te el po­der del Espí­ri­tu, Cris­to es el evan­ge­lio que da vida. El Espí­ri­tu San­to des­pier­ta la fe en la per­so­na, y es la fe que per­mi­te a la per­so­na ser du­e­ño de la ob­ra per­fec­ta de Cris­to.

La jus­ti­cia de la ley y la jus­ti­cia de la fe

Las esc­ri­tu­ras cla­ra­men­te di­fe­ren­ci­an ent­re la jus­ti­cia ba­sa­da en la obe­dien­cia a la ley y la jus­ti­cia de la fe. Pab­lo en sus en­se­ñan­zas usó a Ab­ra­ham, el pad­re de la fe, como un ejemp­lo. Ab­ra­ham creyó en la pro­me­sa de Dios y le fue con­ta­do por jus­ti­cia. Ab­ra­ham no era jus­to, qui­e­re de­cir que no era acep­tab­le a Dios a base de sus ob­ras, sino en la base de su fe. Pero esos que de­pen­den de las ob­ras de la ley están bajo mal­di­ción (Ro­ma­nos 4, Gála­tas 3).

Pab­lo en­fa­tizó: “y la ley no es de fe, sino que dice: “El que hi­cie­re es­tas co­sas vi­virá por el­las. Cris­to nos re­di­mió de la mal­di­ción de la ley, hec­ho por no­sot­ros mal­di­ción (por­que está esc­ri­to: Mal­di­to todo el que es col­ga­do en un ma­de­ro), para que en Cris­to Jesús la ben­di­ción de Ab­ra­ham al­can­za­se a los gen­ti­les, a fin de que por la fe re­ci­bié­se­mos la pro­me­sa de Espí­ri­tu” (Gála­tas 3:12-14).

La jus­ti­cia ba­sa­da en obe­dien­cia a la ley y la jus­ti­cia por me­dio de la fe no en­ca­jan jun­tas. Se exc­lu­yen así mis­mas. Pab­lo exp­resó es­to a los Gála­tas: “De Cris­to os des­li­gas­teis, los que por la ley os jus­ti­fic­áis; de la gra­cia hab­éis caí­do” (Gála­tas 5:4).

Esc­la­vi­tud de la ley y la li­ber­tad del Espí­ri­tu

Pab­lo inst­ru­yó: “Es­tad, pues, fir­mes en la li­ber­tad con que Cris­to nos hizo lib­res, y no est­éis ot­ra vez su­je­tos al yu­go de esc­la­vi­tud” (Gála­tas 5:1). La ley no da el po­der para obe­de­cer­la, solo co­lo­ca de­man­das y re­qu­e­ri­mien­tos a las per­so­nas. Es por eso que Pab­lo dijo que el vi­vir bajo la ley es vi­vir bajo un yu­go y los cris­ti­a­nos no de­ber­ían de dar con­sen­ti­mien­to a vi­vir así. Un esc­la­vo tie­ne que obe­de­cer la vo­lun­tad y de­man­das de su amo a todo tiem­po.

Esc­la­vi­tud bajo la ley sig­ni­fi­ca se­guir las reg­las. La men­te hu­ma­na tien­de a pen­sar que con una lis­ta de reg­las pre­pa­ra­da se pu­e­de fa­ci­li­tar la fe y ha­cer que la vida como crey­en­te sea más fácil. Es­to ape­la a la razón. Sin em­bar­go, la fe vi­vien­te no es obe­dien­cia a las reg­las de la ley. Na­die es acep­tab­le a los ojos de Dios solo por obe­de­cer las reg­las, y tam­po­co es po­sib­le ad­qui­rir un ma­nu­al con inst­ruc­ci­o­nes, ni mo­de­los ope­ra­ci­o­na­les para todo. Dios, por me­dio de Su Hijo a li­be­ra­do a los cris­ti­a­nos inc­lu­so de in­ten­tar ser ab­so­lu­ta­men­te puro. Dios por Sí mis­mo, nos guía con Su Espí­ri­tu San­to que ha pu­es­to en el co­razón de cada crey­en­te. La con­cien­cia de un cris­ti­a­no está li­ga­da a la pa­lab­ra de Dios. El Espí­ri­tu San­to tam­bién inst­ru­ye a los hi­jos de Dios acer­ca de los asun­tos de la fe y de la vida.

La ley di­ri­ge a la per­so­na por afu­e­ra. Mient­ras que El Espí­ri­tu de Dios guía al crey­en­te por dent­ro. Los cris­ti­a­nos si­gu­en la vo­lun­tad de Dios por vo­lun­tad pro­pia. El Espí­ri­tu de Dios en­se­ña que la vo­lun­tad de Dios es jus­ta, bu­e­na y da el de­seo de ser obe­dien­te. La gra­cia de Dios nos en­se­ña a ne­gar toda im­pie­dad (Tito 2:11-12). El Espí­ri­tu San­to le mu­est­ra al cris­ti­a­no cu­an­do ha transg­re­di­do en cont­ra de Dios y ha caí­do en pe­ca­do. Es en­ton­ces que el Espí­ri­tu San­to nos inst­ru­ye y nos da el po­der de pe­dir perdón y a cor­re­gir la transg­re­sión. La ob­ra per­fec­ta del Cris­to rec­ti­fi­ca las fal­tas del homb­re ha­cia Dios y nos re­di­me, pero el homb­re tie­ne que so­por­tar las con­se­cu­en­ci­as de sus pro­pi­os hec­hos.

Tex­to: Ilk­ka Leh­to

Tra­duc­ción: Mi­ri­am Ma­gee

Fu­en­te: Kris­ti­tyn va­paus, Ajan­koh­tais­ta 2014

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä kie­li­liit­tees­sä 6.5.2015.