La tercera persona de la Trinidad de Dios es el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Dios Padre y Jesucristo. Cuando Jesús y Sus discípulos se juntaron por última vez, El prometió mandar a Su Santo Espíritu, para dar fortaleza y consuelo (Juan 14:26).
La celebración del derramamiento del Espíritu Santo se conoce como Pentecostés. El día de pentecostés es la tercera celebración más grande después de la Navidad y la Pascua. Ocurre 50 días después de la Pascua. El libro de Los Hechos de los Apóstoles describe como el Espíritu Santo descendió como llama de fuego sobre los cristianos cuando estaban todos unánimes juntos en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4).
Pablo como mensajero de Dios
El apóstol Pablo visito la congregación de Corinto en uno de sus viajes misioneros. Estuvo allí por casi un año y medio. De esta manera, la congregación se acostumbró a él y le tomaron cariño. Al poco tiempo, la congregación comenzó a hablar del Espíritu Santo y sus efectos. Pero no todo lo que se decía y su actividad era constructiva. Pablo se acercó a la congregación mediante una carta y su deseo fue el de enseñar a sus hermanos con la Sabiduría de Dios. Pablo les exhorto a mantener sus mentes unidas, les advirtió de la adoración impía, y les dió instrucciones sobre la forma correcta de celebrar la comunión del Señor. También les habló claramente de los dones del Espíritu Santo y su significado.
El Espíritu Santo se mueve dentro de la congregación. Con su poder, el evangelio es proclamado. El poder del Espíritu Santo protege a los miembros de la congregación a mantenerse en la fe correcta como hijos de Dios.
También, entre los hijos de Dios en Corinto, los dones y efectos del Espíritu Santo se podían ver de muchas maneras: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1Cor 12:7). Con la ayuda de los dones, la congregación fue beneficiada. Los dones son para clarificar la redención de Cristo, no para levantar el puesto de uno ni para que sea razón de jactancia. Tampoco son el mérito de algún miembro de la congregación en específico. La epístola tiene un recordatorio importante: “pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere” (1Cor 12:11).
El Espíritu de Dios y el espíritu del anticristo
El poder del Espíritu Santo y el poder del enemigo son efectivos en nuestro mundo. El poder del enemigo de nuestras almas nos tienta. Muchas veces sentimos que los creyentes son más atacados por el enemigo. Juan habla de esto en su carta, sobre el espíritu del anticristo – Es el espíritu que niega a Jesús (1 Juan 4:2-3). En la carta a los Corintios, Pablo deja en claro este problema. Solamente mediante el Espíritu de Dios es que nuestros corazones y labios pueden proclamar que Jesús es el Señor.
Pablo conocía la congregación de Corinto y les recuerda cómo y cuándo ellos estaban perdidos en el paganismo. El poder del adversario de Dios los llevo a servir ídolos mudos. Sin embargo los hijos de Dios ahora pueden experimentar el estar bajo el cuidado del Espíritu Santo y el poder de Dios en la congregación.
Dones de la gracia y misión
Nuestro Padre Celestial le ha dado diferentes tipos de dones a Su iglesia para el bien de todos. Hay muchos tipos de dones diferentes, pero el Espíritu es uno solo. También hay muchas maneras de servir, pero el Señor es el mismo (1 Cor 12:4-5). Pablo les escribió a los cristianos de Roma: “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación” (Rom 12:6-8).
Dios nos ha equipado con dones diferentes. A algunos hermanos y hermanas les ha dado el don de enseñar. Otros tienen el don de escuchar y dar aliento. Los predicadores son equipados con dones diferentes también. Algunos les ha sido dado el don de orar por otros. Otros tienen la habilidad de servir con dones prácticos como remodelar los lugares en donde se adora u otros el de cocinar. Todos los miembros de la congregación son necesarios para el bien común y para llevar las buenas nuevas del evangelio (Efesios 4:12).
Aun nosotros, los hijos de Dios en este tiempo tenemos muchos dones. Con estos dones hacemos el trabajo del reino de Dios para que a muchos les sea posible encontrar la gracia de Dios en sus corazones. La gloria de este trabajo le pertenece a Dios, el que nos da estos dones. Pero el don más grande e importante de todos es el de la vida eterna. Es un regalo recibido por gracia, mediante nuestra fe y la redención en Cristo.
Texto: Juha Seppälä
Traduccion: Miriam Magee
Fuente: Siionin Lähetyslehti 9/2014
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 6.5.2015.
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