La obra de un sirviente de la Palabra se funda en la misión encomendada por Jesús. Aquellos que creyeron en Jesús se les dieron la tarea de difundir el Evangelio en todo el mundo. La congregación llama a sus siervos de entre su unidad. Su deber es el de predicar la Palabra de Dios basada en la Biblia.
La predicación de la Palabra en la congregación de Dios se funda en el mandato del gran empleador, Jesús: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). El deber de predicar el evangelio fue dado a los que creyeron en el Señor Jesús, lo siguieron y fueron participes de ese Espíritu, que Jesús envió a Sus apóstoles. En este tiempo también, cada creyente es una parte del sacerdocio real cuyo deber es anunciar las grandes obras de Dios (1 Pedro 2:9).
La llamada de la congregación
Además de sacerdocio común, la congregación de Dios a través de todos los tiempos ha llamado a hermanos desde su unidad para servir como ministros. De esta manera, por ejemplo, Bernabé y Saulo fueron “separados” en Antioquia (Hechos 13:2, 3). Timoteo recibió este regalo de gracia y el deber "con la imposición de las manos del presbiterio" (1 Timoteo 4:14).
La base en la llamada de un sirviente de la Palabra es esta: “pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos” (2 Corintios 4:13).
¿Qué clase de hermanos son nombrados para predicar?
Pablo describió en detalle las características y capacidades que el que es llamado a ser pastor de la congregación debe tener (1 Timoteo 3:2–7). Esta descripción es el principio guía inclusive hoy en día, cuando los siervos de la Palabra son llamados:
“Pero es necesario que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.”
El nombramiento de un Ministro
Durante las primeras etapas del despertar Laestadian, las prácticas variaban en el nombramiento de los ministros. Laestadius primeramente llamó asistentes para ayudar con la enseñanza en las escuelas y luego para predicar. Más tarde fue la práctica que cuando la congregación notaba que algún hermano tenía las características adecuadas, se le pidió "confesar su fe" en los servicios.
Desde el principio fue crucial que la congregación, que conocía al hermano, lo llamase a servir. El mismo principio se aplica hoy en día también. Los miembros de la junta de la congregación, primeramente discuten el asunto entre ellos y luego con el individuo que está siendo considerado. A veces durante estas discusiones hay cosas que dan razones al hermano que se le ha pedido servir, el rechazar la llamada.
Es la congregación quien llama y envía al ministro. Nuevos ministros no deben ser nombrados si hay conflictos o desacuerdos doctrinales de la congregación. Cualquier persona que se esfuerza por ser un ministro no se debe llamar a este deber. Es importante que la congregación sea de una sola mentalidad en la llamada de un ministro.
Predicar la Palabra
Un ministro, un siervo de la palabra, es un siervo de la Palabra de Dios. Debe conocer la Sagrada Biblia y servir a los oyentes que se adhieren a ella. Sería bueno si el que está siendo nombrado ha estudiado la Biblia y conoce su contenido antes de ser llamado al deber. La congregación debe tener en cuenta que el criterio más importante para el oficio del ministerio son la fe personal, la comprensión de la fe que se abre, el interés y la familiaridad con la Palabra del Señor.
El deber de un ministro es predicar la Palabra de Dios. Los instrucciones de Pablo a Timoteo son directas: “que prediques la palabra” (2 Timoteo 4:2). Él quiso decir que la palabra a la que los profetas adhirieron cuando la “palabra de Dios vino” a ellos. Los apóstoles proclamaron el evangelio de Cristo en constante referencia a las Escrituras del Antiguo Testamento. El fundamento de la fe y credo de la Iglesia Evangélica Luterana es la Biblia. La fe es la guía más alta de la vida. Por lo tanto, la antigua tradición en nuestro cristianismo de explicar el texto verso por verso con la Biblia es todavía una práctica segura.
Cada ministro ha sido una vez un principiante y sintió timidez y miedo, incluso la imposibilidad ante esta tarea. Es importante que los otros ministros y toda la congregación alienten y bendiga al ministro principiante. Es positivamente un privilegio de gracia, si un ministro joven tiene el apoyo de un hermano más experimentado con el que puede intercambiar libremente ideas sobre los "entendimientos" de los textos. Pablo nos exhorta a poner de manifiesto que cada ministro tiene sus propios dones.
Al prepararse para el turno de predicar, en el estudio de la Palabra es bueno utilizar, además de la Biblia, comentarios y otros materiales de referencia que explora la historia de la Biblia y el paisaje del texto. El sermón debe ser basado en la Biblia. Es bueno leer la Biblia en otras ocasiones también, no sólo en la preparación de un sermón.
La Propia vida de la fe del predicador
Un ministro no se salva a través de la predicación. Es importante para él también el que se ponga en el papel del oyente. El servidor de la Palabra necesita el mismo servicio que cada cristiano recibe en el cuidado de la gracia de la congregación: la audiencia y la lectura de la Palabra, la oración, la comunión con la congregación, la Sagrada Comunión del Señor y la confesión.
Si la conciencia del ministro no se cuida, esta poco a poco se verá reflejada en su predicación. Al tratar de ocultar una conciencia descuidada, el ministro puede desviarse bajo la ley. Luego, la voz del Buen Pastor ya no puede ser oída en sus sermones, en su lugar las instrucciones de la gracia de la Palabra de Dios se convierten en un látigo, que azota a los hijos de la gracia que fallan.
A veces, un ministro puede ser relevado de sus funciones. La decisión es tomada por la congregación, quien ha llamado al ministro. No es apropiado para un ministro anunciar unilateralmente que está a punto de retirarse de la obligación a la que ha sido llamado. El predicador puede haber causado inquietud y ofensa por su vida o enseñanza. De este modo el relevar al ministro de sus deberes es el cuidado pastoral para el ministro en cuestión y la congregación. El relevo de la obligación no puede ser tomado como un acto disciplinario o medios de ejercer el poder. Cuando el ministro corrige sus asuntos, se lo recuerda como un hermano querido. Sin embargo, esto no significa que automáticamente se lo llamaría nuevamente para ser un ministro.
Obligaciones de la Congregación
El oyente también tiene obligaciones con respecto al ministro. Los cristianos mayores a menudo enseñan que nunca se debe llegar a la audiencia de la palabra pensando: ese hermano sí que sabe cómo hablar. El oyente debe prestar atención al ministro, no buscar culpas, sino más bien profundamente teniendo en cuenta si el hermano habla las palabras de Dios.
El apóstol nos recuerda que el deber de la congregación es orar por el ministro para que le fuesen dadas las palabras (Ef. 6:19,20). En sí mismos, los ministros son tan pecaminosos como los oyentes. Además de otro tipo de corrupción del pecado, ellos también tienen las tentaciones relacionadas con el oficio del ministerio, tales como ‘las tentaciones de texto,’ y la tentación para esforzarse por la gloria vana.
Estamos siendo servidos
Un siervo de la palabra es también un cuidador pastoral quien escucha las inquietudes y preocupaciones de su prójimo, y se alegra con los que se alegran, y llora con los que lloran (Romanos 12:15). También puede servir como un padre confesor. De este modo sirve con el amor de Cristo y lava los pies de sus amigos en la fe de acuerdo al ejemplo del Señor (Juan 13:12–17).
La congregación de Cristo no ha establecido su fe en el ministro ni sus dones, pero en Jesucristo quien es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). A menudo se anuncia en los servicios que “Ahora vamos a ser servidos por nuestro hermano ” Es bien dicho. El ministro es siervo de la Palabra. Jesús dio un ejemplo de esto: “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).
Texto: Erkki Piri
Publicado: Anuario se la SRK del 2012
Traductor: Miranda Hendrickson
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 4/2014.
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